Te vi en ese lugar,
y pensé por anticipado que
lo que vieron tus ojos
fue un horizonte.
O, quizás perdida, quizás de paso,
Un ave cíclope,
persiguiendo un pañuelo, al viento, algún ventanal.
Pero me puse en tu lugar.
Y me di cuenta, descubrí, que
lo que vieron tus ojos
fue la repetición del pasado.
La música griega, la original e interminable,
La tragedia, el laberinto, un oráculo, el canto sirenal.
Desde otro lugar,
supe, en definitiva, que
lo que habían visto tus ojos,
reposaba en las vasijas,
inventario minotauro de secretos en Creta:
profecías autocumplidas, desasosiego, el no-futuro funeral.
Un punto para ti, ciego.